jueves, 10 de enero de 2013

Decorado...


XII


Reinos, y reinas
pobres, y mendigos:
siempre que buscáis
un pilar en un abrazo...

Cuando veis las sombras negras,
yo os presto colorido.
Si caéis cual hoja seca
yo os levanto en viento frío.

No soy mas que decorado...
Y si alguna vez os fallan
vuestras piernas o falacias,
soy peldaño, soy abrigo.

No quien calla, no quien veta,
no quien ruje, soy quien guarda
un pedazo de tu forma...
...aquel beso de tu alma.

Reinos pobres de mendigos,
ya me encuentro a sus tobillos.
Yace herido por metrallas
de los que una vez fue amigo.

L.G







martes, 8 de enero de 2013

Poema Dadaista


XI


Tinta, cacao, té, musgo,
arboles, niebla, río, fotos.
Gato, esperas, buscas, busco,
Dices, sola, ríes, solo.

Sexto, música, ganas, verso,
curioso, libélulas, piano, trasgo.
Entiendes, despierto, verde sueño,
leemos, vainilla, hello, beso.

Precius no linda, no liptom, taza,
león, sincero, batidos, vestido.
Hojas, de menos, te hecho, dormidos,
retiro, bosque, jardín, magia.

Cristales helados de buenas noches.
Quizás, ojos, noche, sentido.
De gato a león, casual reproche,
Escuchas?, tren, encuentras...

...perdido.

L.G






viernes, 4 de enero de 2013

Uno.

Abel era uno.

Nunca había visto un solo ser como el en aquel bosque. Jamas había encontrado a nadie ni remotamente parecido.

Había visto su reflejo muchas veces en el agua del río. Las tranquilas aguas de los remansos le permitieron escrutar su rostro tantas veces...sin encontrar explicación alguna.

Los lobos aullaban en las montañas del este, los osos pescaban en los rápidos. Al norte, donde se abrían las praderas heladas, lechuzas blancas sobrevolaban el cielo en busca de conejos u otras alimañas. Las ardillas se movían en otoño fisgando entre las hojas mientras zorros las acechaban encinas milenarias. Jabalíes escarbaban bajo las piedras y troncos y las víboras se introducían en madrigueras estrechas buscando algún ratoncillo extraviado. Las enormes alas de las águilas rasgaban el cielo en los riscos al sur, y los ciervos del oeste trotaban en  los hayedos.

De cualquier lugar, de cualquier forma, Abel era uno. Pero no se sentía solo.

Tan extraño es saber que eres uno. Alguien puede creerse uno entre lagrimas. Alguien puede rogar amargamente el cielo pensando que no es mas que uno. Alguien puede mirar al resto y entender que se siente uno. Pero ese alguien es alguien. Alguien distinto. Pero no es uno.

Uno no siente soledad. Abel, no se sentía solo en absoluto, no comparte su vida con nadie mas. Abel...solo recuerda. Porque os preguntareis, ¿para que sirve ser uno en el mundo? Abel no sabría responder a esa pregunta. Pero él recuerda, él mira y escucha. Jamas habló con nadie...a Abel solo le une algo a esta vida.

Conocer que es su nombre. Porque hace tanto tiempo...que ni lo recuerda.

Abel vaga por los bosques como la sombra de un marco. No se esconde, no hulle de ningún depredador. Sencillamente...esta fuera de la escena. Pero existe con el cuadro. El cree que son dos partes de algo. Pero el no sabe que es. Solo que es uno...lejos de todo.

Abel lleva toda la vida viajando, pero es muy pequeño. Los días y noches que ha visto no superan a las piedras del fondo del río. Es ágil y no siente miedo de nada, porque nada lo acecha. Camina sin rumbo solo con el ruido de su respiración y sus pisadas en la hojarasca como compañeras.

Y sus pasos le llevan lejos. Muy lejos de las praderas y los ríos. No ve mas halla de las copas de los arboles. Se ha alejado de los caminos trazados que recorren los seres del bosque, y se ha internado la oscuridad mas profunda y el silencio mas atroz. Pero a él, no parece preocuparle. Solo camina. Camina sin prisa hacia el centro, sumiendose en la noche.

Pero tras tanto caminar, Abel ha encontrado algo que jamas había visto. Un árbol que era uno.

No quiero liaros, Abel ha visto muchos arboles. Pero este tiene algo que le hace querer acercarse. Tiene enormes raíces que no permiten que otras plantas crezcan a su alrededor. Las hallas y encinas no penetran en el cráter que ocupa su leñoso cuerpo. Su tronco, robusto y nudoso, es tan ancho que tardarías minutos en rodearlo. Sostiene pesadas ramas llenas de hojas. Y su altura...es descomunal. "Roza el cielo", se dijo Abel.

En aquel cuadro, el cielo era distinto. Era un cielo eternamente nublado. Era de color dorado al amanecer, blanco apagado durante el día, anaranjado y rojizo al atardecer...y negro como boca de lobo al caer la noche, como entonces. Era el cielo bajo el que Abel caminaba desde que tenia recuerdo. No entendía de nubes.

El viento soplaba con fuerza aquella noche, y agitaba las altas ramas del árbol . Abel...medito un instante. Aquel arbol estaba fuera de sitio, igual que él, era uno. Lo miro largamente, para disponerse a marchar después. Se dio la vuelta y caminó hacia el bosque de nuevo. Él no era arbol. Era Abel. Seguía siendo uno...

Entonces, sin quererlo, algo le llamo la atención sobre el suelo.

Como cuando el rio proyectan sobre los troncos de la orilla sus reflejos durante el día, sobre la hierba habia un pequeño retal luminoso. Pero no habia agua cerca, ademas, no podría un río reflejar ese haz de luz sobre el suelo. Tenia que provenir de otro lugar, de arriba, de...

Abel giro la cabeza y lo que vio se le grabo para siempre tras sus enormes ojos.

El viento movía como siempre el cielo. Abel pensaba que el cielo era agua. Agua que cambiaba de color con la luz, al igual que el río. Agua que fluía con el viento que soplaba a capricho. Pero el árbol...el árbol realmente rozaba el cielo. Como si su copa fuese raíz a la vez  en el cielo que en la tierra. Y...sus ramas...habían roto el cielo...

...y habían dejado que algo se asomase desde detrás. Redondo, redondo como...y brillaba en tono ambarino, como los ojos de abel...¡Sí! ¡Eso era! ¡Un enorme ojo!...rodeado de reflejos tintineantes sobre una oscuridad mayor que la del cielo...y le miro. A él. A uno. A Abel. Durante unos segundos. Y el la miró un instante...hasta que la cúpula celeste volvió a cerrarse.

Abel se quedo paralizado. Le había mirado. Ahora existía en el cuadro.

Abel corrió hacia el árbol. Jamas había subido a uno. No lo necesitaba. Pero ahora...quería alcanzar ese hermoso iris a cualquier precio. Así que se encaramo al tronco y comenzó a ascender. Casi alcanzo la primera rama cuando resbalo y cayó. La caída le hizo retorcerse de dolor. "Que sensación tan desagradable" pensó. Eso le hizo pensárselo dos veces. Entendió a que se arriesgaba si subía cada vez mas alto. Había un precio. Y su camino, por una vez, se dividió.

Podía elegir existir en la tierra, y seguir caminando sin temer al dolor ni a la caída. Si quería el que había  en el fondo de los ríos celestes, habría de arriesgarse a existir...y por tanto...a desaparecer.

Pero no había duda posible. El tenia una misión. Y habría de encontrar el camino por muy difícil que fuese. Jamas habría pensado en buscar en el cielo. Había sido un iluso por no mirar en lo alto de los arboles cuando el suelo se le quedo estrecho. Había preferido caminar sin rumbo. Ahora tenía uno. Hacia arriba.

Volvió a encaramarse al tronco y ascendió esta vez si hasta la rama. Y al siguiente. Y a la otra. Poco a poco fue alejándose de las montañas y hayedos, del río y sus osos, de las praderas heladas, de los zorros y lechuzas, y ascendió sin retorno. Cuando hubo ascendido lo suficiente para sentirse cansado, se sentó sobre la gruesa rama...y miro hacia abajo. Clavo las garras con fuerza en la madera. Tarde había entendido...ya no había vuelta atrás. No podría bajar. Y no tenía seguro de que ese árbol llevase al cielo.

Le asaltaron las dudas por segunda vez. Tembló de frío al sentir el azote del viento y se resguardo contra el follaje. Arriba el cielo se movía como si no ocultase nada. Burlándose de él. De lo que había visto.

Quizás aun podría saltar de rama en rama sin caer demasiado mal..

...se estremeció con fuerza. Aquella primera caída le había enseñado a temerle demasiado al dolor como para planteárselo. Así que volvió a agarrarse y subir.

De rama en rama fue subiendo. Sus afiladas uñas que para nada le habían servido hasta ahora mas que para cazar cuando era necesario, le fueron extremadamente útiles. Se sintió reconfortado al pensar que había nacido para ese momento.

Subió. Pasaron días y noches hasta que algo cambió.

Noto que estaba mojado. Casi empapado. Se lamió el pelo y las patas. Calado hasta las orejas. Caminó alejándose del tronco recorriendo las ramas. Hasta que no pudo avanzar mas sin combarlas por su peso, y miro. Y entendió.

Lo que el había creído ríos celestes, no eran tales. A su alrededor no sentía fluir el agua. Y sin embargo estaba sumido en ella. Porque su cielo era niebla. Como la que a veces baja de las montañas. Niebla suspendida a tantos metros que se volvía tan densa que no dejaba pasar la luz como el agua del río. Sino que era opaca. Un opaco gris que el viento mecía sin reposo.

Un aleteo de orejas y se puso en pie. Las ramas crujían. Corrió rápidamente y salto a tiempo para ver como la rama se precipitaba hacia abajo en sonoros golpes que hicieron vibrar el árbol entero mientras chocaba con sus hermanas. Abel sintió escalofríos de puro terror. Y reflexiono. De nuevo. Conforme ascendiera, las ramas serían mas estrechas, y podría permanecer menos tiempo en ellas antes de que vencieran por su peso...

Se encaramó al tronco y siguió ascendiendo. Solo rogaba que el árbol asomase lo suficiente sobre el cielo como para que no existiera la posibilidad de caer.

Paso mucho tiempo de nuevo. La masa de nubes era densa, muy densa. Y sin embargo, los días nunca habían sido tan claros...ni las noches. El día le calentaba su pelo húmedo. Y la noche...le permitia dormir en algún recodo entre las hojas.

Paso mucho tiempo antes de que atravesase la capa de nubes. Paso tanto tiempo...que envejeció.

Paso tanto tiempo que empezó a dudar, pero a dudar de un modo terrible. Dudar del cielo. De lo que le había acompañado toda su ascensión. La fiel creencia de que existía suelo firme ahí arriba...

... comenzó a temer, pero un día...el día...sus dudas se aclararon.

Era de noche. El cielo ya no podia ser observado de día. No calentaba ya. Hacia mucho que abrasaba. Y la noche...era el único momento, cuando podía avanzar. La bruma se hacia menos densa y las ramas mas estrechas. Había caído y se había partido los huesos del rabo, y una oreja se doblaba hacia delante. Su lomo estaba canoso. Ya no mostraba el lustroso pelaje negro de antaño. Sus bigotes estaban torcidos. Sus dientes mellados. Y a su nariz, la humedad le había quitado su infalible olfato tiempo atrás. Sus tripas se pegaban a las costillas, pero sus garras, aun mostraban cierta rigidez para ascender el tronco. Se había alimentado de pequeños roedores que pululaban durante gran parte de su subida, pero ahora, ya no quedaba ninguno. El agua que lamia de su pelaje le mataba la sed a duras penas. Sus ojos ambarinos, legañosos, aun mostraban el brillo de de antaño...

... había aprendido a sobrevivir en las alturas. Había sufrido dolor. Mayor dolor que cualquier caida. Pero no había parado. Jamás.

Y ahora, que podía abrazar el tronco rozándose las patas, que ya no tenia ramas para sostenerse...seguía avanzando. Sin mas vejación que sentir que existía de nuevo para aquella hermosa figura.

Y al final... atravesó las nubes. Se disiparon sin decir nada. Y lo que vio...le hizo sonreir.

Sobre el, sobre una negrura infinita, miles de puntos luminosos, que parecían converger en otro río, siempre ríos ¡jaja! resplandecían mas que el agua de su juventud.

Y sobre esos puntos, como una, su hermoso iris ambarino volvió a mirarle como aquella vez.

El dobló el final del tronco, del que ya no quedaba mas que una rama carnosa y flexible, y se sentó como pudo. Había perdido tanto...y sin embargo, jamas había sentido que estaba mas en equilibrio en toda la subida.

Se miraron durante horas, tantas horas que parecieron años. No había cielo. Y si lo había...jamas podría haberlo alcanzado. Pero se dio cuenta de que no ansiaba tocarlo ya. Ya lo estaba haciendo. Había robado la existencia al cielo. Lo había visto. Ahora...no era uno. Era parte del cielo que le había mirado todo este tiempo tras el vapor de agua. Abel era cielo. Sus ojos ambarinos pertenecían a las miles de estrellas. Ya no cabía duda ni dolor.

Tan embelesado estaba que...no percibió que la luna se ocultaba.

Y para cuando se dio cuenta, el cielo negro comenzó a ofrecerle un tono azulado...y la oscuridad se marcho.

Abel solo despertó cuando su amiga le hizo un tímido guiño y se perdió en el marco. No sentía frío. Era de día. Notaba la espalda ardiendo. Se volvió mientras un resplandor tan blanco que le hizo maullar de dolor se le clavo en los ojos, trastabilló y ...

Jamas llego al suelo si es lo que os estáis preguntando. Se deshizo en cenizas antes de rozar si quiera la tierra. Solo podemos elegir el camino...

...no podemos volver atrás.

L.G







miércoles, 2 de enero de 2013

Gaia






Sobreros y copas...


X


Sombrero de paja, sombrero de copa,
bombín, bombacho, de ala, antifaz.

Mas bebe veneno, mas moja la boca,
mas llena la copa de agua incolora.


De plumas, de letras, de botas, de notas,
mas oye las voces que no sonarán.

Insípidos pasos detrás de la poca
cordura que evoca la triste verdad.


Más solo que una, comparte la sopa
de letras, de notas, de besos, de rotas.

Que mas que sentirlo, resulta inodora.
Que mas que decirlo, aun siendo fatal.

L.G