No sé si es correcto empezar a escribir contando una pálida
y débil reflexión a raíz de una experiencia triste. Por desgracia, el arte es
el único medio que poseo para derramar la tinta que nubla mis sentidos y tizna
mi realidad y poder vislumbrar entre estrías de luz lunar lo que realmente
siento. El ser humano es incapaz de apreciar la realidad como se la han dado, y
la mentira, en mi opinión, es nuestro modo de sobrevivir al verdadero tormento
de nuestra especie que a la vez nos hace más dignos y valientes: nuestra
consciencia de la muerte. A distintos niveles y de inapreciables o de
“cantadas” formas nos mentímos a nosotros mismos, subjetivando la realidad y a
veces temiendo pensar demasiado. Por desgracia, al igual que está en nuestra
naturaleza mentir lo está dudar, y no podemos escapar de las cuestiones que se
nos plantean. Mentira y duda son componentes del ser humano, una resultado de la
otra o viceversa, no lo sé, aun pretendo averiguar qué relación hay entre
ellas, (no, a mi tampoco me complace escribir como si fuese humano^,..,^). Pero de esto hablare más adelante, porque es más un hecho que la
cuestión que me entristece hoy, y me permitiréis ponerme un poco poético porque
quiero hablar de mis musas.
Actualmente curso primero de bachiller y, la historia de mi
vida, las unicas personas a las que puedo llamar amigas pertenecen a un curso superior. Hare alegación a otra persona muy importante
para mí que he conocido recientemente pero que no comparte historia con ellas
aun, es por ello que no la mencione.
Estudio en un antiguo convento convertido en institución
pública entre los años cincuenta, incluso antes, lamento no recordarlo. El
lugar en si me llamo la atención por ser un entorno tan misterioso e
inspirador, con los cadáveres de frailes dominicos durmiendo bajo nuestros pies
a la par que palomares sobre nuestras cabezas repletos de estas aves que
levantan el vuelo al resonar timbre entre las paredes llenas de historia y
cultura. Me apasiona nuestro pequeño y cuadrado patio de recreo, un jardín
adornado con naranjos y una fuente en el centro que recuerda más al estilo
árabe de las mezquitas que al eclesiástico. Los siete pecados capitales nos
miran desde sus puntos álgidos sobre los arcos del patio en forma de caras
esculpidas de grotesco gesto, y las clases y distintas aulas son las
habitaciones y capillas que conformaron en el pasado el lugar de oración de
estos frailes. En este lugar de ensueño me abrieron su mente las dos personas
de cuatro que hoy por hoy poseen mi corazón, y que ayer obtuvieron su merecida graduacion, para volar lejos a cumplir sus sueños. Pero nuestra historia se remonta mucho más atrás.
Pero mi
sacerdotisa tuvo que marcharse y me dejo solo en la oscuridad. Ya no temía al
mundo visible, y por ello busque. Me resulto estimulante, pero pronto comprendí
que yo no era el único que buscaba, mi mente también. Intenté comprender porque
me sentía tan desamparado, ni en mi vista
ni en mi pensamiento encontraba respuesta. Me preguntaba que parte de la
realidad escapaba de mi entendimiento. Exploré por aquellos paramos, y la encontré,
cuando me hallaba perdido entre la maleza de una selva oscura.
Pero también
hubo de irse, y me dejo solo en la maleza. Salí de la jungla y recorrí senderos
oscuros. Los caminos se dividían sucesivamente y me perdían en los cruces. Confuso
sentí angustia, y me asusté, poco familiarizado con los sentimientos que
enraizaban en mí ser y confundían mis sentidos. Mi mente rechazaba mi corazón,
y este era envenenado con la tinta que aquel medio sombrío había empezado a
verter en mis arterias. Débil como estaba empecé a perder mi visión, mi corazón
herido pendía de mis tejidos emponzoñados venciéndose por su propio peso. Mi
mente, enloquecida por el dolor, ya no era un lugar seguro. Deliraba y la
corrosión me venció en uno de los cruces, donde quede tendido.
Feliz de
sentirme completo, no me percaté de que dos pequeños bultos habían aflorado en
mi espalda.
…y sin
embargo, no desaparecí.
Aturdido entorne
los ojos para vislumbrar al artífice de tal contusión. Y ante mí, recortada por
la luna llena, se erguía una vampira de larga melena negra, ojos oscuros y un
porte abrumador. Se sostenía la muñeca, ensangrentada. Sus ojos osados me
miraban con decisión, sin embargo, lagrimas de sangre besaban sus mejillas.
Tras ella tres figuras se mantenían apartadas. La sacerdotisa permanecía
erguida como el mármol. Junto a ella, gato-loba agachada movía la cola en gesto
curioso. Sentada en una de las lapidas, balanceando las piernas adelante y
atrás, la brujita observaba.
-Has tardado
mucho en despertar - giro y me miro por encima del hombro - llegamos tarde, si
quieres seguirnos, tendrás que correr muy rápido.
Dicho esto
reapareció al lado de sus compañeras en un movimiento rapidísimo, me dedico una media sonrisa desafiante y
volvió a desaparecer. La felina aulló a la luna inmensa y corrió tras la
vampira. La sacerdotisa se dio la vuelta y se desvaneció en las sombras. La
pequeña bruja se elevó en el cielo con su escoba, dejando la estela de su risa
cantarina a su paso.
Me levante
como pude, aun estaba muy débil. No podría seguirlas jamás, notaba la espalda y
las piernas pesadas, torpes. Di la espalda, conteniendo las lágrimas. Y
entonces, pude ver mi sombra proyectada por la luz lunar. A mi espalada
sobresalían dos enormes alas. Me volví sobresaltado y comprobé que era capaz de
moverlas a mi voluntad. Su plumaje grisáceo reflejaba un brillo plateado en la noche.
Formaban parte de mi, al igual que mis cuatro musas.
De un aleteo
me posé sobre el panteón cara a la luna y extendí mis portentosos miembros.
-Da igual
cuanto os alejéis, yo os alcanzare.
Y me lancé
hacia la oscuridad de la noche guiado solo por el único de mis atributos que es
razón y locura, idea y sentimiento, luz y oscuridad, todo al mismo tiempo…
…el amor.
Fin
Representáis cada una un pedacito de
mí. Vampira, bruja, gato-loba y sacerdotisa sois. Razón, locura, luz y
oscuridad simbolizáis en mí. Sin vosotras estaría incompleto y por vosotras es
que puedo volar todas las noches.
Gracias por existir, solo con
vosotras alcanzo la inmortalidad.
Siempre
vuestro, allá donde vayáis.

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