domingo, 10 de junio de 2012

What I dreamed tonight...^,..,^


Yo estaba en mi cuarto cuando oí la explosión que rompió el silencio de la noche. La ventana proyectó una potente luz que relampagueo en la habitación y después bailo por las paredes. Sin duda reflejaban la sombra del fuego. Asustada me asome y a través del cristal pude ver en lo que fue la casa de mi vecino una enorme hoguera. Baje las escaleras y salí de casa. Mi padre y mi madre ya estaban en el jardín, con el rostro desencajado del espanto y la vista alzada hacia la estructura flameante. Las llamas lamian las puertas y ventanas intentando alcanzar el cielo, mientras el negro tiznaba las paredes extendiéndose como una marea hambrienta.

La gente comenzó a rodear la vivienda, y los gritos de horror y el llanto acompañaron al repiqueteo de las llamas. Una nueva explosión hizo saltar un ventanal y alcanzó con su lengua de fuego gran parte del césped. Algunos árboles comenzaron a quemarse también, setos y enredaderas, como un macabro decorado navideño. Todo empezó a arder, el jardín se convirtió en un muro de infranqueable que rodeo la casa. La horda de vecinos pisaron el césped intentando paliar las llamas, pero la estación lo había dejado todo seco, demasiado apetecible para el fuego, que se relamía con cada brizna.

Mis padres fueron detrás de casa para coger la manguera. Yo corría arriba y abajo de mi valla intentando divisar alguna figura entre el fragor de las llamas, y fue entonces cuando lo vi.

La puerta trasera se abrió dejando asomar las llamas y de su interior salió caminando con dificultad el hijo de los Benet. De estatura media, el pelo castaño liso le caía sobre los ojos…y de su espalda afloraban sendas llamas azuladas que se abrían paso a través de su camisa hacia la piel.

Con una capacidad de reacción desconocida en mi salte en dirección al estanque de su vivienda, me quite los tenis y los llené. Volé quemándome los pies hasta donde él se había arrastrado lejos de la casa y le apagué las llamas. Y lo cierto es que debí haber sido más observadora…

…porque a partir de entonces todo acabó.

Observadora en distintos puntos: debería de haberme extrañado que un joven al que le crecen llamas de medio metro desde la trasera pudiera caminar. Quizás debería haber apreciado la divergencia de tonalidad entre las suyas, azules y danzarinas, y las de colores amarillo, rojizo y anaranjado que devoraban todo a su alrededor, un contraste abismal. Quizás debería de haberme extrañado que cuanto le apagué, literalmente, la espalda, vislumbrara a través de un enorme boquete en la camisa su inmaculada piel blanquecina, sin quemadura alguna ni contusión. Quizás debería haber sospechado algo cuando se volvió y me miro con aquellos ojos del color del mar profundo, tan absorbentes como el oleaje, pero solo pude sentir que se me aceleraba el corazón a un ritmo alarmante, y que quise besarle.

Si ya me lo decía mi profesora de mates, que no iba a ninguna parte si seguía sumando con los dedos. Jodida agilidad mental, que solo cuando me hundió los colmillos en el cuello pensé: “Este chico no es humano…”.

D.G.

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